50 AÑOS: CONVIVENCIA Y TOLERANCIA
Año II. No. 9. septiembre-octubre. 1995
El 24 de octubre de 1945, entraba en vigor la carta de constitución de la Organización de las Naciones Unidas que había sido firmada en San Francisco, el 26 de junio de aquel mismo año por 50 naciones, entre las que se encontraba Cuba. Estamos, pues, celebrando el 50 aniversario de la ONU. ¿Qué significa esa celebración para los simples ciudadanos de los países que son miembros de las Naciones Unidas? ¿Qué aporte deben dar cada ciudadano y los gobiernos a este importante acontecimiento? Estas preguntas nos conducen a una reflexión sobre los fines para los que se creó la ONU: - El mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. - El desarrollo de las relaciones amistosas entre las naciones. - Fomentar la cooperación internacional para resolver los problemas económicos, sociales, culturales y humanitarios. - Promover el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales. - Ser un centro que armonice las acciones de las naciones para alcanzar estos fines. Si queremos que esta celebración no pase inadvertida para la inmensa mayoría de los cubanos tendremos que invitar a cuantos llegue esta reflexión a meditar sobre lo que significan estos fines en su vida cotidiana y en la vida de nuestro país. En efecto, muchos dicen hoy que todos estos desafíos sólo se resuelven entre los grandes, los que tienen el gobierno en sus manos, las naciones más poderosas, los centros económicos internacionales... Si esto es así, podríamos decir que 50 años después, las Naciones Unidas tienen mucho que trabajar para que los destinos de los pueblos y la solución de los graves problemas económicos, sociales, culturales y humanitarios de las naciones puedan decidirse con la participación y el protagonismo de los ciudadanos y no sólo de los gobiernos. Es en esta clave de participación que quisiéramos que se celebrara el 50 aniversario de la ONU. En nuestro país necesitamos seguir reflexionando en este sentido: - No habrá paz y seguridad entre las naciones si no hay paz y seguridad en el interior de los pueblos y esta paz entre los ciudadanos en una nación no puede tener en la confrontación, en el miedo, ni en la violencia su fundamento. En Cuba hay mucho que hacen en esto. - No habrá auténticas relaciones amistosas entre las naciones si los ciudadanos de cada una de ellas no se entrenan en la convivencia pacífica, en la tolerancia, en la riqueza del pluralismo, y en el cultivo de la amistad con sus conciudadanos, por encima de diferencias ideológicas, políticas o culturales. En Cuba hay mucho que hacer en esto. - No habrá cooperación internacional para resolver los problemas económicos, sociales y humanitarios si en el seno de nuestras sociedades no se fomenta un espíritu de cooperación verdadero, no basado en la coacción ideológica, ni en la mera retribución material. La verdadera cooperación surge de la buena voluntad de contribuir a la realización de una obra aún cuando se aceptan y respetan las diferencias de quienes participan en ella. En Cuba hay mucho que hacer en esto. - No habrá respeto por los derechos humanos y por las libertades fundamentales, si las naciones siguen firmando tratados, convenciones y declaraciones y en el seno de las mismas no se educa a los ciudadanos, especialmente a los niños y jóvenes, en el espíritu de los documentos, en el respeto de la persona humana y en el ejercicio de dichas libertades desde el seno familiar, la escuela, el barrio y los centros de trabajo. En Cuba hay mucho que hacer en esto. - En fin, que las Naciones Unidas no serán nunca un centro que armonice plenamente la consecución de estos altos fines si cada una de las naciones no entrenan a sus ciudadanos en el arte de la concertación y el diálogo, unidos instrumentos para aprender la armonía entre los hombres de una misma sociedad. En Cuba también hay mucho que hacer en este sentido. Si de verdad queremos que la celebración de los 50 años de la ONU no quede en el marco del mundo diplomático internacional. Si queremos ser fieles a los postulados de paz y cooperación que animaron a los fundadores de este importante organismo cuya existencia es ya por sí sola, un testimonio de la voluntad de los pueblos de vivir en fraternidad. Entonces aportemos a nuestro nivel, en nuestras familias, en nuestros centros de estudio y trabajo, en nuestra iglesia y grupos de amigos, esa semilla de convivencia y tolerancia, cultivemos esa tierra aun baldía de la diversidad, entrenémonos en ese difícil arte de la amistad por encima de cualquier discriminación o prejuicio, en fin, intentemos armonizar en un pequeño concierto las voces diferentes de los cubanos con quienes compartimos suerte y destino. Así podríamos oír algo distinto a la monocorde exhortación a relacionarnos, abrirnos y dialogar, solamente con los que piensan como nosotros o defienden nuestras ideas y proyectos. Éste podría ser un hermoso aporte de sencillos ciudadanos de una pequeña isla tropical, a la trascendental celebración de los 50 años de la ONU. Que los hijos de los pueblos podamos celebrar este aniversario sin defraudar el espíritu de aquella generación que quiso fundar una familia de naciones donde jamás se violará la dignidad humana y donde la paz fuera el fruto de la justicia.
Pinar del Río, 1 de septiembre de 1995.
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