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Texto expositivo.
· Los españoles aparecieron por primera vez en el Río de La Plata en 1516.
· No buscaban tierras.
· Buscaban un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico.
· Juan Díaz de Solís descendió en las costas orientales.
· Los querandíes lo mataron a poco de desembarcar.
· Alejo García oyó hablar de las tierras del Rey Blanco.
· Nace la obsesión de los conquistadores.
· El "Mar Dulce" comenzaría a llamarse "Río de la Plata".
Las costumbres de los ahogados
Hemos tenido la ocasión de establecer
algunas relaciones bastantes íntimas con esos interesantes borrachos perdidos del acuatismo. Según nuestras observaciones, un ahogado no es un hombre muerto por sumersión, pese a que así tiende a acreditarlo la opinión común: es un ser aparte, con hábitos especiales y que se adaptaría, creemos, de maravilla en su medio si se quisiese dejarlo habitar allí un tiempo conveniente. Es notable que se conserven mejor en el agua que al aire libre. Sus costumbres son extravagantes y
?aunque les guste juguetear en el mismo elemento que los peces? diametralmente opuestas, si osamos decirlo así, a las de éstos; en efecto, mientras que los peces, como se sabe, viajan sólo remontando la corriente, es decir, en el sentido que ejercita mejor a su energía, las víctimas de la funesta pasión del acuatismo se abandonan a la corriente del agua como habiendo perdido todo empuje, en una perezosa indolencia. No revelan su actividad más que por movimientos de cabeza, reverencias, zalemas, semivolteretas y otros gestos corteses a los que tiene afición cuando salen a recibir a hombres terrenos. Estas demostraciones no tienen, a nuestro parecer, ningún alcance sociológico; no hay más que ver en ellas el hipo inconsciente del borracho o el juego de un animal.
El ahogado señala su presencia como la anguila, por la aparición de burbujas en la superficie del agua. Se los captura, lo mismo que a las anguilas, con el arpón; es menos ventajoso tender con esa intención líneas de fondo.
Se puede ser inducido al error, en cuanto a las burbujas, por la gesticulación incon-siderada de un simple ser humano que no está todavía sino en el estado de pasantía a ahogado. El ser humano, en ese caso, es extremadamente peligroso y absolutamente comparable, como lo hemos anunciado más arriba, a un borracho perdido. La filantropía y la prudencia obligan entonces a distinguir dos fases en su salvataje: 1) exhortación a la calma; 2) el salvataje propiamente dicho. La primera operación, indispensable, se efectúa muy bien mediante un arma de fuego; pero hay que estar familiarizado con las leyes de refracción; un golpe de remo basta en la mayoría de los caso. No queda más ?segunda fase? que capturar al sujeto con el mismo método que a un ahogado ordinario.
Es raro que los ahogados viajen en cardúmenes, a la manera de los peces. Se puede inferir que su ciencia social es todavía embrionaria, a menos que se juzgue más simplemente qué es su combatividad y su valor guerrero los que son inferiores a los de los peces. Es por eso que éstos se comen a aquéllos.
Estamos en condiciones de probar que hay un único punto en común entre los ahogados y otros animales acuáticos: desovan, como los peces, aun cuando sus órganos reproductores sean, para el observador superficial, conformes a los de los hombres; desovan, pese a esta grave objeción: ninguna resolución prefectorial protege su reproducción por veda momentánea de su pesca.
Un ahogado se vende corrientemente a razón de ochenta y cinco francos en el mercado de la mayoría de las provincias. He allí una fuente de rentas decentes y fructíferas para la simpática población fluvial. Sería patriótico, entonces, fomentar su reproducción, mientras que, a falta de esta medida, la tentación es siempre grande, en el cuidado ribereño y pobre, de fabricarlos artificialmente, pero iguales en cuanto a prima, mediante el maquillaje por vía húmeda de otros ciudadanos vivientes.
El ahogado varón, en la estación del desove, la cual dura casi todo el año, se pasea en el lugar del desove, descendiendo, según su costumbre, siguiendo la corriente, la cabeza adelante, los riñones elevados, las manos, los órganos de desove y los pies colgando sobre el lecho del río. Permanece voluntariamente durante horas balanceándose en las hierbas. Su hembra desciende así mismo siguiendo la corriente, la cabeza y las piernas dadas vueltas hacia atrás, el vientre al aire.
Así es la vida.
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