Rubén Edel Navarro *
INTRODUCCIÓN
En la actualidad, diversos investigadores en el campo de la educación se dirigen
a concienciar sobre la necesidad imperante de introducir una nueva dirección en
la planeación, administración y evaluación del acto educativo. Lo anterior,
fundamentado en que los sistemas instruccionales no cumplen satisfactoriamente
su cometido, los alumnos cada día almacenan más información y, en forma
mecánica, la reproducen, sin llegar a la adquisición de habilidades o
estrategias que les permitan transferir sus conocimientos en la resolución de
problemas académicos y de situaciones en su vida diaria. Como una alternativa de
respuesta a este problema, se propone un enfoque dirigido a los estudiantes que
pretende el desarrollo deliberado de habilidades para pensar. El pensamiento
humano no debe concebirse en forma reduccionista como la capacidad de almacenar
la información, ignorándose su potencialidad de procesamiento y transformación;
la cognición puede y, debe, cumplir ambas funciones: organizar y almacenar
información y transformarla en la generación de productos nuevos, y la educación
debe proveer los medios necesarios para el logro de estos propósitos.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Edel Navarro, R.: La educación y el desarrollo de habilidades cognitivas en Revista de la Universidad Cristóbal Colón Número 17-18, edición digital a texto completo en www.eumed.net/rev/rucc/17-18/
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Educación superior y cognición
Existen investigadores (Arons, 1979; W himbey y Lochhead 1986; Montealegre,
1992; Raths y colbs., 1997; Reyes, 2004) que permiten sustentar que un alto
porcentaje de los estudiantes que ingresan a la universidad tiene deficiencias
para razonar a nivel de operaciones formales y para pensar en forma crítica y
creativa. Dichas deficiencias han causado, en diferentes ámbitos, un descenso
progresivo del desempeño académico de los estudiantes. El análisis de desempeño
de los alumnos ha llevado a suponer que muchas de las deficiencias de estos, en
cuanto a sus habilidades para pensar, se deben a la falta de estructuras
cognitivas debidamente consolidadas para realizar procesos mentales de
operaciones formales (Gardner, 1985; Pozo y Gómez-Crespo, 1998; Ianfranceso,
2003).
Concepciones científicas sobre ciencia cognoscitiva (Brown, 1979; Rumelhart y
Norman, 1985; A nderson y Hinton, 1989; Ruiz, 1994; Baddeley, 1998), establecen
diferencias entre el uso de las memorias de corta y de larga duración. La
primera genera retención por medio limitado y tiene poca utilidad para el
aprendizaje permanente, mientras que la segunda es un sistema activo que permite
organizar, retener y procesar la información y faculta a la persona para
establecer relaciones, formular generalizaciones y lograr aprendizajes
perdurables y significativos.
Por otra parte, se afirma que el desarrollo de dichas estructuras no constituye
un proceso de aprendizaje espontáneo, debe ser estimulado a través de
entrenamiento formal, mediante cursos debidamente incorporados en el currículum
escolar. Se deduce que el uso oportuno de esta memoria activa de larga duración
sólo es posible si las personas desarrollan, a través de aprendizaje, las
estructuras cognoscitivas que actúan como funciones organizadoras y procesadoras
de la información (Calfee, 1981; Baddeley, 1998).
En países como Venezuela, Estados Unidos, Canadá e Israel se gestó un movimiento
a finales de la década de los 70 y principios de los 80, que aglutinó numerosos
esfuerzos de científicos, educadores, organizaciones e instituciones educativas
y agencias oficiales de educación, dirigido a buscar alternativas para mejorar
el desempeño intelectual de los estudiantes. De este esfuerzo surgieron
diferentes enfoques aún vigentes para atacar el problema, a saber:
1. Se proponen métodos de desarrollo e investigación para diseñar alternativas
instruccionales basadas en la teoría cognoscitiva, dirigidos a incorporar nuevos
elementos en la organización de los contenidos de las disciplinas y en la
conducción del proceso enseñanza-aprendizaje (Reif y Larkin, 1991).
2. Se propicia la necesidad perentoria de incluir materias en el currículum
escolar, dirigidas a desarrollar, en forma directa, las habilidades de
pensamiento de los estudiantes (De Sánchez, 1991).
3. Se propone la “infusión” o transferencia de los procesos cognitivos en la
enseñanza de las disciplinas de los planes de estudio, en todos los niveles
educativos (Jones y colbs., 1987; Martín, 2001).
La primera alternativa sugiere nuevos enfoques de investigación sobre la
enseñanza y el aprendizaje; la segunda se refiere a la enseñanza de las
habilidades de pensamiento como materia del plan de estudios, y la tercera a la
superposición de los procesos y los contenidos curriculares y a su enseñanza
simultánea. Existe consenso de que lo ideal sería propiciar las tres
alternativas. Sin embargo, en ciertos países se piensa que algo es mejor que
nada y, por razones económicas, se han pronunciado por apoyar la aplicación de
los procesos en la enseñanza de las materias del currículum escolar.
Por otra parte, se observa que aquellos diseños curriculares actuales
constituyen acumulaciones de temas y materias, en gran medida desarticuladas,
que inducen a la memorización de hechos y conceptos, sin estimular el desarrollo
de estrategias cognoscitivas, que, como se sabe, favorecen el aprendizaje de los
conocimientos que se imparten y el logro de habilidades cognitivas y
metacognitivas. Si se reflexionara por un momento ¿qué alumno puede llegar a ser
un profesional competitivo?: ¿aquél que tiene la capacidad de memorizar mayor
cantidad de información o el que puede tener mayor diversidad de estrategias
para resolver problemas?, muy probablemente, la orientación de respuesta
represente una proyección del tipo de práctica docente.
Propuesta metodológica
La metodología para el desarrollo de habilidades cognitivas en los
estudiantes debe destacar, en primera instancia, al propio alumno como centro de
atención durante la clase, así como la necesidad de concentrar el proceso
educativo en el aprendizaje, más que en la enseñanza.
Esto significa que el docente debe utilizar estrategias para el diagnóstico del
progreso de sus alumnos, paralelamente a la estimulación de los mismos durante
la conducción de su clase. Se trata de lograr que el alumno “aprenda a aprender”
(metaconocimiento) y a regular conscientemente sus procesos de adquisición de
conocimientos y el desarrollo de habilidades (Sternberg, 1987; Mintzes,
Wandersee y Novak 1998).
Para el logro de dichos propósitos, debe existir la fragmentación del acto
educativo en cuatro factores fundamentales:
I. El rol del profesor como mediador del
proceso y como facilitador del aprendizaje.
II. La metodología de enseñanza basada en
procesos.
III. La orientación en el diseño de los materiales instruccionales del alumno y
del docente.
IV. El monitoreo y la transferencia del aprendizaje a otras áreas académicas y a
la vida cotidiana del alumno.
Finalmente, cabe hacer mención que la perspectiva de aplicación y acción docente
no se limita a la construcción de una asignatura específica para el logro de lo
expuesto; plantea un objetivo institucional de inclusión a lo largo de su propio
currículum, bajo una perspectiva inter y transdisciplinaria.
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* Miembro de la Sociedad Mexicana de Psicología y de la red Iberoamericana de
Investigación sobre Cambio y Eficacia Escolar. Docente investigador de la
Universidad Cristóbal Colón. Correo electrónico: redel@aix.ver.ucc.mx
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Por: Violeta Tapia Mendieta | Fecha: 04 del 03 de 2012 - 01:02 | |
Excelente introducción al tema |
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